“Forastero:
que llegas a esta tierra,
como quien pasa,
siempre llegarás a Huamanga,
como a tu casa”
Esta cita de Osmán del Barco es la mejor definición para esta tierra tan determinante en la historia mundial.
Situada en la parte centro-sur de la región central andina del Perú, el departamento de Ayacucho ofrece al visitante y a la gente de la tierra una diversidad natural accidentada muy marcada por valles profundos, mesetas, cañones, zonas de nieve y zonas cálidas e, incluso, zonas selváticas muy cercanas.
Lo que más caracteriza a sus gentes es la hospitalidad, la simpatía, cercanía, un respeto exquisito y una pasión desbordada por su historia y su sentimiento de pertenencia a este lugar.
En la actualidad siguen mezclándose los nombres de Huamanga y Ayacucho al mencionar este lugar. Oficialmente, el nombre de la ciudad es Ayacucho así como del departamento, mientras que Huamanga ha quedado sólo para la provincia y pese a que sus gentes se identifican más con este nombre. Mientras que el nombre de Huamanga tiene su origen en el periodo prehispánico, Ayacucho se utiliza sólo desde que Simón Bolívar dio el Decreto del 25 de febrero de 1825 en homenaje a la Batalla de Ayacucho. Esta fecha es, sin duda, el gran hito histórico que da una magnitud a esta tierra sin precedentes en la historia de América.
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Previamente, la historia de Ayacucho se remonta al año 20.000 antes de Cristo, de donde datan los restos del que se considera el primer hombre de la zona Sur del continente americano; concretamente son localizados en la cueva de Pikimachay.
A partir de aquí se dan varias etapas evolutivas a nivel cultural que pasan por el periodo arcaico; el denominado formativo, con la cultura chavín; la época de la cultura warpa, en la que se dan los desarrollos regionales; el imperio wari, con la que la zona conoce una revolución expansiva como imperio; la cultura chanka-poqra; el conocido imperio inca; y las fundaciones prehispánicas.
Fue en el 9 de enero de 1539 (según sitúan los historiadores aunque sólo es la fecha más próxima), cuando comienza la dominación española en el territorio, recibiendo el nombre de Villa de San Juan de la Frontera de Huamanga, en honor a San Juan y por ser la frontera entre el dominio español y el rebelde ‘Manco Inca’.
Es en esta etapa cuando se desarrolla la ciudad a nivel artístico y muy ligado a las diferentes congregaciones religiosas llegadas de España para “cristianizar” a la población indígena. Llegó a convertirse en centro administrativo, militar, residencial y comercial del Perú y donde convivían españoles, indios, árabes, esclavos, mestizos e indios yanaconas y mitimaes.
En el siglo XVIII comenzó a fraguarse la independencia del dominio español debido a la situación económica, social y política que se vivía tanto en España como en América. Esta inestabilidad acentúa los movimientos independentistas, especialmente en la zona de Huamanga, que desembocan en la proclamación de la Independencia de Huamanga por parte de Juan Antonio Álvarez de Arenales, jefe de la expedición a la sierra y enviado por José de San Martín, en la plaza de Armas, el 1 de noviembre de 1820. No será hasta la Batalla de Ayacucho cuando se sitúe el momento histórico decisivo y pese a que luego siguieron algunas revueltas de menor calado.
La historia posterior desde finales del siglo XIX y hasta principios del XX está marcada por la guerra con Chile y los cambios y crisis que se produjeron tras el desplazamiento del imperialismo inglés por el norteamericano con los que se mantenían unas fuertes relaciones comerciales.
Es a principios del siglo XIX cuando surge en la población una nueva ilusión de progreso y modernización, aunque la ciudad seguía manteniendo una imagen feudal. La actividad económica entonces se reducía al comercio de ganado, la compra-venta de tierras, la artesanía y el pequeño comercio.
Con motivo del centenario de la Batalla de Ayacucho se realizan varias obras que mejoran la ciudad y que sirven de impulso a una verdadera modernización, instalándose redes de agua a domicilio, por ejemplo. Aunque fueron cambios lentos, el nacimiento de una fuerte actividad intelectual respalda un importante sentimiento de arraigo a la identidad regional que conlleva, además, la creación de instituciones educativas, culturales y obras que sí muestran indicios de desarrollo y destacando siempre el papel de la Universidad de San Cristóbal de Huamanga, que volvió a reabrir en la década de los 50.
En los años 80, Ayacucho vive una etapa de estancamiento debido a los episodios de terrorismo por parte de la organización ‘Sendero Luminoso’.
Hoy en día, Ayacucho es una ciudad dinámica, foco de atracción de población procedente de otros puntos del Perú y cuya economía se basa fundamentalmente en el sector extractivo, tanto minero como de agricultura (supone el 60% del PIB), y un sector cultural y artesano en despegue debido a su gran tradición.
La zona se enfrenta en la actualidad a dos grandes retos que pueden ser la eclosión económica total, como son potenciar sus atractivos para convertirla en un punto turístico de referencia tanto para el visitante nacional como el internacional y potenciar su agricultura basada en productos orgánicos de gran calidad.
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